Continuación de Una difícil decisión
______________________________________________________________________________
- La verdad es que no tenía pensado tenerte
tanto tiempo con las pinzas puestas antes de empezar el juego –
ni siquiera habíamos empezado y mis pezones y mis huevos me dolían,
sentía un calor tremendo por todo lo cuerpo hasta que me costaba
respirar. También sentía la sangre en mi pene erecto, después de
meses en castidad.
- Pero claro me ha llamado Daniela, y ambos
sabemos que mis amigas son mucho más importantes que tu confort
– solo asentí con la cabeza haciendo que baba, que salía de mi
boca por tener la lengua fuera llena de pinzas, cayera al suelo.
- A lo que íbamos, el juego va a ser bastante
corto pero el premio puede ser muy grande: podrás correrte.
Obviamente para mí no sería un premio tan grande porque yo puedo
tener orgasmos y disfrutar del sexo cuando me apetezca y como me
apetezca.
- Durante un tiempo determinado te daré total
libertad. Podrás tocarte todo lo que te apetezca...
- No te creas que será mucho tiempo. Y te
estarás preguntando en que consiste el juego no ?
- Bien es un juego de evaluación de
prioridades. Puedes decidir aprovechar el tiempo para
masturbarte con todas esas pinzas encima... a ver cuántas son… 1,2
– Raquel contaba las pinzas en los huevos dándole golpecitos con
los dedos y haciéndome sufrir como nunca lo había hecho - 15
pinzas...
- O bien puedes quitarte las pinzas...e
intentar masturbarte con el tiempo que te quede. Piénsatelo bien
porque una vez que acabe el tiempo, las pinzas que estén en su sitio
seguirán ahí digamos... un rato más, ya veré por cuanto...
y por supuesto no podrás tocarte tu asqueroso pene más entendido
Pringao? - asentí con la cabeza.
- Bien...pero estoy viendo que tienes eso de
ahí abajo totalmente erecto. Seguro que con rozártelo ya te
correrás, así que vamos a darle un poco de emoción –
entonces Raquel se levantó y fue a la cocina -.
- A ver ponte esto, encima de tu pene, pero ni
se te ocurra hacer ninguno movimiento que el tiempo no ha empezado
– me decía Raquel tendiéndome una bolsa de hielo.
Al principio el efecto del hielo no se notaba y mi
pene seguía igual de erecto, pero los minutos pasaban…Empezaba a
notar mi pene totalmente helado y eso combinado con el dolor de las
pinzas y las rodillas debido al tiempo que llevaba en esa posición
hizo que mi erección fuera bajando lentamente.
-
Parece que ya podemos empezar el juego, tienes 2 minutos…empezando desde ahora mismo -.
-
Venga…que se te va el tiempo – me dijo Raquel viendo que me había quedado bloqueado -.
Durante unos segundos, empecé a acariciarme el
pene, era extraño volver a sentir su tacto y más porque estaba
helado.
-
30 segundos…- dijo Raquel -.
Ahora por fin mi pene estaba creciendo otra vez y
se sentía tan bien poder masturbarme.
-
1 minuto…deberías pensar en quitarte las pinzas porque a este paso te quedas sin correrte y con las pinzas puestas – las palabras de Raquel tuvieron el efecto que probablemente ella estaba buscando, me pusieron tremendamente nervioso, recordándome el dolor de las pinzas que por un momento había olvidado.
-
Solo 30 segundos más… - cegado por la necesidad de masturbarme y por la diabólica sonrisa de Raquel continúe tratando de masturbarme.
-
15 segundos –
Ya era demasiado tarde, no conseguiría
correrme…por lo que frenéticamente me quite las pinzas de uno de
los pezones. Pero lo hice demasiado rápido y dolor me hizo parar
unos segundos preciosos.
-
10 segundos -.
Las pinzas del otro pezón me las quite con más
delicadeza y las de la boca.
-
5 segundos -.
Al quitar las pinzas de los pezones, que es mi
parte más sensible del cuerpo, sin casi darme cuenta moví mis manos
a mi polla. Tremendo error.
-
4,3,2,1… se acabó, quita esas manos de ahí… - Raquel me soltó una bofetada viendo que no la obedecí al momento – te he dado una orden -.
-
Te doy una oportunidad de correrte y no solo no la aprovechas, sino que además tratas de hacer trampa intentando tocarte más de lo que te he permitido -.
-
Tenía pensado dejarte con las pinzas solo 15 minutos más, pero ya sabes que odio que me desobedezcan.
-
Así que serán 30 minutos – trate de suplicarla, de decirle que no podría aguantarlo.
-
Que sean 45 minutos…y si sigues hablando serán más -.
Raquel entonces se puso a ver la televisión
mientras yo seguía ahí de rodillas con todas esas pinzas en mis
huevos y con una erección que sabía no llegaría a nada. Al final
no fueron 45 minutos, porque antes de llegar a ese tiempo me desmaye
no sé si por causa del dolor, la frustración. Cuando desperté mi
pene volvía a estar en encerrado en el tan familiar cinturón de
castidad.