Wednesday, August 31, 2016

Una difícil decisión II


Continuación de Una difícil decisión
 ______________________________________________________________________________
- La verdad es que no tenía pensado tenerte tanto tiempo con las pinzas puestas antes de empezar el juego – ni siquiera habíamos empezado y mis pezones y mis huevos me dolían, sentía un calor tremendo por todo lo cuerpo hasta que me costaba respirar. También sentía la sangre en mi pene erecto, después de meses en castidad.
- Pero claro me ha llamado Daniela, y ambos sabemos que mis amigas son mucho más importantes que tu confort – solo asentí con la cabeza haciendo que baba, que salía de mi boca por tener la lengua fuera llena de pinzas, cayera al suelo.
- A lo que íbamos, el juego va a ser bastante corto pero el premio puede ser muy grande: podrás correrte. Obviamente para mí no sería un premio tan grande porque yo puedo tener orgasmos y disfrutar del sexo cuando me apetezca y como me apetezca.
- Durante un tiempo determinado te daré total libertad. Podrás tocarte todo lo que te apetezca...
- No te creas que será mucho tiempo. Y te estarás preguntando en que consiste el juego no ?
- Bien es un juego de evaluación de prioridades. Puedes decidir aprovechar el tiempo para masturbarte con todas esas pinzas encima... a ver cuántas son… 1,2 – Raquel contaba las pinzas en los huevos dándole golpecitos con los dedos y haciéndome sufrir como nunca lo había hecho - 15 pinzas...
- O bien puedes quitarte las pinzas...e intentar masturbarte con el tiempo que te quede. Piénsatelo bien porque una vez que acabe el tiempo, las pinzas que estén en su sitio seguirán ahí digamos... un rato más, ya veré por cuanto... y por supuesto no podrás tocarte tu asqueroso pene más entendido Pringao? - asentí con la cabeza.
- Bien...pero estoy viendo que tienes eso de ahí abajo totalmente erecto. Seguro que con rozártelo ya te correrás, así que vamos a darle un poco de emoción – entonces Raquel se levantó y fue a la cocina -.
- A ver ponte esto, encima de tu pene, pero ni se te ocurra hacer ninguno movimiento que el tiempo no ha empezado – me decía Raquel tendiéndome una bolsa de hielo.
Al principio el efecto del hielo no se notaba y mi pene seguía igual de erecto, pero los minutos pasaban…Empezaba a notar mi pene totalmente helado y eso combinado con el dolor de las pinzas y las rodillas debido al tiempo que llevaba en esa posición hizo que mi erección fuera bajando lentamente.
  • Parece que ya podemos empezar el juego, tienes 2 minutos…empezando desde ahora mismo -.
  • Venga…que se te va el tiempo – me dijo Raquel viendo que me había quedado bloqueado -.
Durante unos segundos, empecé a acariciarme el pene, era extraño volver a sentir su tacto y más porque estaba helado.
  • 30 segundos…- dijo Raquel -.
Ahora por fin mi pene estaba creciendo otra vez y se sentía tan bien poder masturbarme.
  • 1 minuto…deberías pensar en quitarte las pinzas porque a este paso te quedas sin correrte y con las pinzas puestas – las palabras de Raquel tuvieron el efecto que probablemente ella estaba buscando, me pusieron tremendamente nervioso, recordándome el dolor de las pinzas que por un momento había olvidado.
  • Solo 30 segundos más… - cegado por la necesidad de masturbarme y por la diabólica sonrisa de Raquel continúe tratando de masturbarme.
  • 15 segundos
Ya era demasiado tarde, no conseguiría correrme…por lo que frenéticamente me quite las pinzas de uno de los pezones. Pero lo hice demasiado rápido y dolor me hizo parar unos segundos preciosos.
  • 10 segundos -.
Las pinzas del otro pezón me las quite con más delicadeza y las de la boca.
  • 5 segundos -.
Al quitar las pinzas de los pezones, que es mi parte más sensible del cuerpo, sin casi darme cuenta moví mis manos a mi polla. Tremendo error.
  • 4,3,2,1… se acabó, quita esas manos de ahí… - Raquel me soltó una bofetada viendo que no la obedecí al momento – te he dado una orden -.
  • Te doy una oportunidad de correrte y no solo no la aprovechas, sino que además tratas de hacer trampa intentando tocarte más de lo que te he permitido -.
  • Tenía pensado dejarte con las pinzas solo 15 minutos más, pero ya sabes que odio que me desobedezcan.
  • Así que serán 30 minutos – trate de suplicarla, de decirle que no podría aguantarlo.
  • Que sean 45 minutos…y si sigues hablando serán más -.
Raquel entonces se puso a ver la televisión mientras yo seguía ahí de rodillas con todas esas pinzas en mis huevos y con una erección que sabía no llegaría a nada. Al final no fueron 45 minutos, porque antes de llegar a ese tiempo me desmaye no sé si por causa del dolor, la frustración. Cuando desperté mi pene volvía a estar en encerrado en el tan familiar cinturón de castidad.

Sunday, March 6, 2016

Una dificil decision




Una difícil decisión I

Ese día Raquel estaba de un muy buen humor, incluso me había permitido desayunar a la vez que ella y sentado a la mesa, tal y como ella había dicho “como si fuera una persona de verdad”. Posiblemente el semen acumulado en los múltiples condones que estaban esparcidos por el suelo de la habitación esa mañana era el motivo de esa felicidad.

Tras la rutina mañanera en estos casos: poner las sabanas de la cama a lavar, recoger las copas del salón y la botella de vino que seguro disfrutaron la noche anterior, preparar el desayuno y beberme el semen de los condones (esto último siempre ante la atenta mirada de Raquel para asegurarse que ni una sola gota se derramaba).

- Ven aquí pringao

- Como te habrás dado cuenta hoy estoy de muy buen humor porque anoche tuve una noche increíble...de ese tipo de noches que muy probablemente nunca llegarás a tener-

- Tengo ganas de jugar un poco. Cuanto tiempo hace que te he permitido tener un orgasmo? -.

- No me ha dado el permiso desde aquel primer día en que hizo ponerme el cinturón de castidad – contesté.

- Ah no? Extraño, yo creía que sí. Que mala que soy no?... Bueno que más da....

- Se me está formando en la cabeza un divertido juego para pasar el rato... o al menos será divertido para mí. Ve a por el cesto de pinzas de la ropa.

Cuando volví con el cesto Raquel estaba jugueteando con las llaves del cinturón de castidad. No era la primera vez que lo hacía, y aun sabiendo que eso no significaba que fuera a concederme un respiro, no pude evitar sentirme excitado por la idea de que por fin podría volver a tener mi pene libre.

- Ok, aquí tienes la llave, puedes quitarte el cinturón de castidad. Pero ni se te ocurra tocarte, solo lo imprescindible para que tu pene vuelva a estar libre -.

- Vaya si estas incluso temblando de la emoción... Deja el cinturón cerca, no estarás mucho tiempo sin el puesto.

Durante un rato Raquel se puso a textear con alguien por el móvil, mientras yo estaba de rodillas con las manos a la espalda para evitar la tentación de tocarme. Se sentía tan bien tener el pene libre, poder sentir otra vez una erección completa sin notar la constante presión del metal del cinturón de castidad. Sin embargo, conforme el tiempo pasaba, la tensión se iba apoderando de mí, y si solo me tenía así para volver a ponerme el cinturón en unos minutos? Después de tanto tiempo con el puesto seria psicológicamente devastador para mí.

- Como iba diciendo, se me ha ocurrido un juego para pasar el rato. Empecemos con la preparación al juego. Quiero que cojas cinco pinzas y te las pongas en los huevos.

Obedientemente cogí las pinzas y me las distribuí por mis dos huevos tratando de que no pincharan mucho.

- Bien...ahora ponte dos en cada pezón...

- Bueno que sean tres mejor – puntualizo Raquel cuando todavía estaba poniéndome la primera pinza. Mis pezones siempre habían sido mi punto débil en los juegos bdsm y ella lo sabía, probablemente por esa razón añadió una tercera pinza a cada pezón.

- A ver...otras 5 en los huevos – ordeno Raquel mientras miraba algo en el teléfono, ni siquiera me estaba mirando -.

- Y ahora... - dejo la frase en el aire porque se concentró en el móvil, por lo que a mi parecer fue una eternidad. Las pinzas en los pezones empezaban a dolerme y la de los huevos también.

- Por dónde íbamos...ah sí... a ver que mire... tres pinzas en la lengua -.

Solo unos segundos después, ya estaba babeando, por tener la lengua lo más afuera posible sin posibilidad de meterla en mi boca debido a las tres pinzas que la aprisionaban lateralmente.
- Ya casi estamos...añade otras 3 pinzas más a los huevos – trate de decir que no cabían más pero solo me salió un balbuceo inconexo por lo que trate de explicarle con gestos-.

- Que sean 5... - dado que creía que no me entendía intente usar otros gestos -.

- 10... - por fin caí en la cuenta, que estúpido había sido. Mis reticencias me habían costado 7 pinzas más.

- Si es que nunca aprendes, ves porque te trato así Pringao – esta vez mi respuesta fue la correcta, agachar la cabeza -.

Nuevamente Raquel se puso a mirar el móvil y esta vez por mucho más tiempo que antes. O a lo mejor la presión de las pinzas en los huevos y en los pezones estaba haciendo que cada segundo fuera como una hora. Se escuchó una llamada en su móvil, era su amiga Daniela, el alma se me cayó a los pies. Si pensaba dejarme así mientras hablaba iba a ser muy doloroso para mí. Más de una vez tuve que concentrarme para no mover las manos de la espalda.

Raquel sonreía viendo mis esfuerzos, mientras le contaba a Daniela todos los detalles de la noche anterior. El escuchar como ella había tenido sexo con un hombre de verdad la noche anterior, las diferentes posturas… era una de las torturas psicológicas a las que Raquel me sometía muy frecuentemente.

Cuando por fin me habló, mi cuerpo temblaba y no sabía del todo bien si era el dolor de las pinzas, mi pene totalmente erecto como no lo había estado en meses...

- Ay perdona que se me había pasado totalmente -.

(Continuará)

Saturday, January 2, 2016

Un nuevo nombre


Esa tarde estaba especialmente cansado, había sido un largo y complicado día en el trabajo. Pero eso no era excusa para Raquel, como cada día tras salir de la oficina me dirigí a casa de Raquel para hacer las tareas del hogar o cualquier otra cosa que ella necesitara.

El cinturón de castidad me apretaba entre la piernas mientras conducía hacia casa de Raquel. Ya hacía meses que lo llevaba puesto sin ni siquiera unos segundos de liberación y la sensación de frustración e incomodidad no habían desaparecido. El hecho de que tras tantos meses el cinturón seguía mortificándome cada día, hacía que mi frustración creciera aun más. El pez que se muerde la cola, un ciclo sin fin que se repite día tras día.

Esa tarde empezó como cualquier otra. Yo llamaba a la puerta de la casa de Raquel, ella me abría la puerta y sin ni siquiera dirigirme la palabra se iba a hacer lo que estuviera haciendo (hoy particularmente era ver la televisión tumbada en el sofá).

Sin perder tiempo, me quitaba mi ropa hasta dejarme solamente un tanga (Raquel quería que mi culo estuviera siempre accesible por si era necesario azotarme, pero ocultando el asqueroso trozo de plástico entre mis piernas) y me dirigí a su habitación para recoger la ropa que estuviera por el suelo.

- Ven aquí un momento, que tenemos que hablar – dijo Raquel -.

El solo hecho de que me dirigiera la palabra era ya una novedad pues la mayor parte de los días ella solo me dirigía frases cortas para ordenarme cosas. Me estaba adiestrando para que me convirtiera en invisible, para no molestarla con mi presencia mientras limpiaba, cocinaba, planchaba,....

- He estado pensando, hace cuanto que te puse el cinturón de castidad y te convertí en mi esclavo? - pregunto Raquel -.

- Hace 5 meses y 4 días mi dueña – conteste a Raquel tratando de mantener la mirada baja, aun sabiendo que Raquel como era costumbre solo llevaba su ropa interior, ese día en particular un conjunto de braguitas y sujetador negro que yo mismo le había comprado hace unas semanas y que había usado la noche anterior con su cita.



- Me he dado cuenta de que cada vez que te llamo tengo dudas. No creo que en el estado en que te encuentras (y del que nunca te librarás) –decía Raquel mientras con su pie daba golpecitos en mis huevos- usar el nombre que tenías antes, el que aparece en tu dni no sea lo mas apropiado -.

- Por supuesto que no señora, desde que usted decidió convertirme en su esclavo mi nombre real ha dejado de tener sentido.

Silencio...podía sentir la mirada de Raquel clavada en mí.

- También esta claro, que ya que no eres un hombre, porque yo te he arrebatado la poca masculinidad que te quedaba (si es que alguna vez la has tenido) – nuevos golpeteos en mis huevos para afirmar su frase con la clara evidencia que suponía el que mi pene seguía encerrado en la diminuta jaula de plástico.

Otro silencio más, después de 5 meses sirviéndola, sabía que estaba cavilando una manera de humillarme todavía más. No era la primera vez que lo hacía y no sería la última, ir haciendo que mi vida fuera mas miserable semana tras semana.

- Entonces, nombre de personas están descartados. Podría ser nombres de mascotas...pero los dos sabemos que incluso un perro tiene mas dignidad que tú -.

Instintivamente mi pene empezó a crecer dentro del cinturón, de rodillas delante de Raquel, traté de ocultarlo. Pero ella podía verlo, yo podía sentir su sonrisa mirando como me destrozaba psicológicamente. Ella tenía esa capacidad, la capacidad de hacerme pedazos sin ni siquiera tocarme.

- Ya esta!! Se el perfecto nombre para tí. A partir de ahora te llamas Pringao -

- A que suena bien?

- Si mi señora.

- Ahora repite esto: Mi nombre es pringao y merezco ser humillado y vejado el resto de mi miserable vida.

- Mi nombre es pringao y merezco ser humillado y vejado el resto de mi miserable vida – repetí bajando la mirada aún mas.

- Repítelo otra vez, pero esta vez quiero que me mires a la cara – me ordeno Raquel -.

Levante la mirada y desde mi posición de rodillas desde el suelo, veía la sonrisa de suficiencia de Raquel, esa sonrisa que dejaba traslucir lo mucho que se divertía degradándome. Quería echarme a llorar, me sentía tan miserable que me gustaría desaparecer en ese momento.

- Mi nombre es pringao y merezco ser humillado y vejado el resto de mi miserable vida – dije en voz baja, mientras no podía contener algunas lágrimas -.

- Como dices? -

- Mi nombre es pringao y merezco ser humillado y vejado el resto de mi miserable vida – dije esta vez mas fuerte y sin poder contener las lagrimas –.

Muy bien, ahora sigue con lo tuyo... – me ordenó Raquel completamente satisfecha después de haberme destrozado anímicamente –.

Ahh... Quiero que conviertas eso en tu oración diaria. Lo repetirás 10 veces por la mañana cuando te levantes y 10 por la noche antes de dormir, de rodillas delante de un espejo y sin desviar la mirada.