Saturday, January 2, 2016

Un nuevo nombre


Esa tarde estaba especialmente cansado, había sido un largo y complicado día en el trabajo. Pero eso no era excusa para Raquel, como cada día tras salir de la oficina me dirigí a casa de Raquel para hacer las tareas del hogar o cualquier otra cosa que ella necesitara.

El cinturón de castidad me apretaba entre la piernas mientras conducía hacia casa de Raquel. Ya hacía meses que lo llevaba puesto sin ni siquiera unos segundos de liberación y la sensación de frustración e incomodidad no habían desaparecido. El hecho de que tras tantos meses el cinturón seguía mortificándome cada día, hacía que mi frustración creciera aun más. El pez que se muerde la cola, un ciclo sin fin que se repite día tras día.

Esa tarde empezó como cualquier otra. Yo llamaba a la puerta de la casa de Raquel, ella me abría la puerta y sin ni siquiera dirigirme la palabra se iba a hacer lo que estuviera haciendo (hoy particularmente era ver la televisión tumbada en el sofá).

Sin perder tiempo, me quitaba mi ropa hasta dejarme solamente un tanga (Raquel quería que mi culo estuviera siempre accesible por si era necesario azotarme, pero ocultando el asqueroso trozo de plástico entre mis piernas) y me dirigí a su habitación para recoger la ropa que estuviera por el suelo.

- Ven aquí un momento, que tenemos que hablar – dijo Raquel -.

El solo hecho de que me dirigiera la palabra era ya una novedad pues la mayor parte de los días ella solo me dirigía frases cortas para ordenarme cosas. Me estaba adiestrando para que me convirtiera en invisible, para no molestarla con mi presencia mientras limpiaba, cocinaba, planchaba,....

- He estado pensando, hace cuanto que te puse el cinturón de castidad y te convertí en mi esclavo? - pregunto Raquel -.

- Hace 5 meses y 4 días mi dueña – conteste a Raquel tratando de mantener la mirada baja, aun sabiendo que Raquel como era costumbre solo llevaba su ropa interior, ese día en particular un conjunto de braguitas y sujetador negro que yo mismo le había comprado hace unas semanas y que había usado la noche anterior con su cita.



- Me he dado cuenta de que cada vez que te llamo tengo dudas. No creo que en el estado en que te encuentras (y del que nunca te librarás) –decía Raquel mientras con su pie daba golpecitos en mis huevos- usar el nombre que tenías antes, el que aparece en tu dni no sea lo mas apropiado -.

- Por supuesto que no señora, desde que usted decidió convertirme en su esclavo mi nombre real ha dejado de tener sentido.

Silencio...podía sentir la mirada de Raquel clavada en mí.

- También esta claro, que ya que no eres un hombre, porque yo te he arrebatado la poca masculinidad que te quedaba (si es que alguna vez la has tenido) – nuevos golpeteos en mis huevos para afirmar su frase con la clara evidencia que suponía el que mi pene seguía encerrado en la diminuta jaula de plástico.

Otro silencio más, después de 5 meses sirviéndola, sabía que estaba cavilando una manera de humillarme todavía más. No era la primera vez que lo hacía y no sería la última, ir haciendo que mi vida fuera mas miserable semana tras semana.

- Entonces, nombre de personas están descartados. Podría ser nombres de mascotas...pero los dos sabemos que incluso un perro tiene mas dignidad que tú -.

Instintivamente mi pene empezó a crecer dentro del cinturón, de rodillas delante de Raquel, traté de ocultarlo. Pero ella podía verlo, yo podía sentir su sonrisa mirando como me destrozaba psicológicamente. Ella tenía esa capacidad, la capacidad de hacerme pedazos sin ni siquiera tocarme.

- Ya esta!! Se el perfecto nombre para tí. A partir de ahora te llamas Pringao -

- A que suena bien?

- Si mi señora.

- Ahora repite esto: Mi nombre es pringao y merezco ser humillado y vejado el resto de mi miserable vida.

- Mi nombre es pringao y merezco ser humillado y vejado el resto de mi miserable vida – repetí bajando la mirada aún mas.

- Repítelo otra vez, pero esta vez quiero que me mires a la cara – me ordeno Raquel -.

Levante la mirada y desde mi posición de rodillas desde el suelo, veía la sonrisa de suficiencia de Raquel, esa sonrisa que dejaba traslucir lo mucho que se divertía degradándome. Quería echarme a llorar, me sentía tan miserable que me gustaría desaparecer en ese momento.

- Mi nombre es pringao y merezco ser humillado y vejado el resto de mi miserable vida – dije en voz baja, mientras no podía contener algunas lágrimas -.

- Como dices? -

- Mi nombre es pringao y merezco ser humillado y vejado el resto de mi miserable vida – dije esta vez mas fuerte y sin poder contener las lagrimas –.

Muy bien, ahora sigue con lo tuyo... – me ordenó Raquel completamente satisfecha después de haberme destrozado anímicamente –.

Ahh... Quiero que conviertas eso en tu oración diaria. Lo repetirás 10 veces por la mañana cuando te levantes y 10 por la noche antes de dormir, de rodillas delante de un espejo y sin desviar la mirada.