Monday, May 11, 2015

Un sueño hecho realidad, o una pesadilla?


Hacía tiempo que no nos veíamos en persona, específicamente desde que Raquel dejo de trabajar para el proyecto que yo por aquel entonces gestionaba. Durante estos últimos años todos los que por aquel entonces formaban el equipo de trabajo habíamos mantenido un cierto contacto vía Facebook, mail, etc...

Y ahí estábamos sentados en la terraza del bar tomando una cerveza y recordando viejos tiempos. El tema de mi interés por el bdsm también salió a colación siempre de manera natural. Ella era una de las pocas personas (fuera del bdsm) a las que confíe mi “secreto”.

Ella estaba todavía mas guapa y atractiva de lo que yo recordaba. Siempre había sido una de esas mujeres de las que impresionan, de las que tienen ese andar rápido, fuerte y altivo potenciado por unos ojos negros y profundos que desnudaban tu alma a su antojo. Y que decir de su cuerpo, ella siempre se había cuidado y se mantenía en forma, pero manteniendo una figura femenina de película. Unos pechos firmes, redondos y grandes que no pasaban desapercibidos debido a los tops que solía vestir. Ese día además llevaba un pantalón tipo legging de cuero negro que traslucía sus tornuosas piernas y ese culo que sobresalía lo suficiente haciendo que no pudieras evitar mirarlo si por casualidad ella se situaba de espaldas a ti.

En un momento determinado, dejamos el bar y nos fuimos a tomar café a su casa para de paso enseñarme el piso nuevo que se había comprado hace poco. Parecía que las cosas le iban bastante bien puesto que había conseguido un trabajo bien remunerado. Pero claro, el trabajo también conllevaba muchas responsabilidades, por lo que incluso siendo ese día festivo, Raquel me comento que se tenía que poner a trabajar después del café.

- Perdona que la casa este un poco desordenada, pero es que apenas tengo tiempo para hacer las cosas de la casa – me decía mientras fregaba algunas tazas del atestado lavadero para poder servir el café.

- Mira, yo no tengo nada que hacer en toda la tarde, si quieres puedo fregar los platos mientras tu trabajas – me ofrecí -.

- Si claro, te invito a mi casa y te pongo a fregar los platos...-

- De verdad que no importa -.

- No me lo repitas más no vaya a ser que te diga que sí -.

Y entonces le quite las tazas de la manos, y le dije que se fuera a trabajar que yo me encargaba de ello. Dado que de verdad ella tenía mucho trabajo que hacer, acepto mi propuesta y se fue a trabajar mientras yo seguía fregando los platos.

Cuando el café estuvo listo serví una taza para ella y se lo lleve a la habitación que usaba como oficina, ni siquiera me dio las gracias por ello. Y yo volví a la cocina para terminar mi trabajo, fregé los platos, la encimera, barrí el suelo, le limpie el frigorífico por dentro...

Una vez que hube terminado con la cocina, me acerque de nuevo a su oficina. Ella estaba en ese momento hablando por teléfono con una amiga y no precisamente de trabajo. Sin decir nada para no molestarla, con gestos le indique si quería mas café. Ella movió la cabeza afirmativamente y yo me aleje a la cocina para servirle otra taza. Cuando volví a la oficina me hizo un gesto para que me esperara...

Estuve esperando ahí de pie hasta que ella termino de hablar con su amiga.
- Bueno...te tengo que dejar que tengo visita...Besos – se despidió finalmente -

Entonces le hice un resumen de todo lo que había hecho.

- Mira que bien...muchas gracias...

- No hay de que, siempre es un placer. Ya sabes que yo haría lo que fuera por ti -.

Nada mas terminar la frase me di cuenta de la estupidez que había dicho. Estaba totalmente fuera de lugar, pese a que fuera totalmente cierta y lo único que hizo fue provocar un silencio incómodo. Por suerte ella rompió el silencio contándome algo de su amiga y de la conversación que habían tenido.

- Uff... te vas a tener que ir...porque aún tengo mucho trabajo que hacer y quiero también limpiar la casa, al menos el cuarto de baño – me dijo a modo de despedida -.

Sin que me diera cuenta, otra frase inadecuada salió de mi boca:

- Si quieres puedo limpiar el cuarto de baño... -

- No se, sería abusar mucho de ti no? …. - la mera mención de la palabra abuso por su parte hizo que empezara a excitarme – aunque es algo a lo que estas acostumbrado...

Esa última parte me cogió totalmente de sorpresa, pero no pensaba dejar escapar la oportunidad de servir a Raquel y hacer realidad algo que siempre había rondado por mi cabeza.

- No te preocupes, tu sigue con lo tuyo y salí de la oficina sin dejarle tiempo a replicar -.

A pesar de que el cuarto de baño no era muy grande, pase la siguiente hora limpiándolo a fondo. Quería hacer un buen trabajo y me esmere en limpiar cada milímetro del mismo, incluso baje un momento a la calle para comprar algo de ambientador.

Cuando termine con la tarea impuesta (por mí mismo en cierta manera) ella ya había terminado con su trabajo y estaba en la cocina tomándose un café.

- Mira...esto es un poco raro para mí... - empezó a decirme sin ofrecerme ni siquiera sentarme -.

- La verdad es que me ha gustado el hecho de no tener que preocuparme por limpiar la casa... de hecho me ha encantado. Y si te soy sincera es algo a lo que le he dado vueltas alguna que otra vez incluso antes de que me contarás tu interés por la sumisión.

- Pero sinceramente eso de tener un tío aquí en mi casa..., cuando estoy en casa me gusta estar cómoda...

Se había abierto una puerta para mí que no pensaba desaprovechar. Así que trate de mantener la conversación centrada en posibles soluciones a sus reservas. A Raquel le gustaba estar en casa en ropa interior y el hecho de tener a un hombre limpiando en casa no la incomodaba, pero si el hecho de que ese tío se masturbara pensando en ella.

Y entonces le propuse algo de lo que con el tiempo me arrepentiría. Le propuse (mas bien le rogué) que me permitiera hacer las tareas de la casa para ella, cuando, como y de la forma que ella quisiera. Le ofrecí ponerme el cinturón de castidad que tenía en casa y darle a ella las llaves, de forma que no podría masturbarme por muy excitante y atractiva que fuera para mi la visión de Raquel en lencería.

Tardó menos tiempo en aceptar la propuesta de lo que había esperado.

- Te tengo que advertir una cosa, ya sabes lo exigente que soy, si no haces un buen trabajo no voy a dudar en castigarte de la forma en la que yo crea oportuna. Y puede ser que pase mucho tiempo hasta que te permite masturbarte...

- Raquel, me esforzaré al máximo para hacer que tu vida sea lo mas placentera posible – fue mi respuesta -.

Y sin mas tiempo que perder, ambos nos fuimos a mi casa, parando en el camino en una ferretería para comprar un candado.

- No me malinterpretes, pero en tema de sexo no me fío de los tíos, por eso prefiero usar un candado para el cual se que no tienes llave – fue su explicación.

Cuando llegamos a mi casa, Raquel me ordenó desnudarme y ponerme el cinturón de castidad. En primera instancia no fue posible.

- Si ya tienes esa erección y ni siquiera me has visto en ropa interior, auguro que vas pasar un mal rato cuando estés en casa fregando, planchando, … mientras yo estoy tumbada en el sofá disfrutando de una película con solo mi lencería... Anda trae hielo para poder bajar eso...

Después de unos minutos y cuando finalmente la erección bajo, pude ponerme el cinturón de castidad y cerrarlo con el candado que habíamos comprado. Por un momento, las dos llaves del candado estaban en la palma de mi mano, mi último momento de libertad. Mi mente era un torbellino de pensamientos. Y si me equivoco? Raquel siempre ha sido una mujer muy dominante y autoritaria, pero sobre todo muy exigente. Y si no hago un buen trabajo?

- Ahora, pon una de las llaves en la cadena que tengo aquí en mi cuello – me dijo haciendo que volviera a la realidad -

Mis manos me temblaban mientras trataba de enganchar la llave en su cadena, con su escote tan cerca, mis manos casi rozando sus pechos. Ella mientras, sonreía con suficiencia.

- Y la otra llave en el bolsillo de atrás de mi pantalón – mis dudas ante como hacer eso debían de resultar tremendamente patéticas. No me atrevía a mirar a la cara de Raquel, no me atrevía a hacerlo por el simple de hecho de que el tener que tocar su perfecto y torneado culo era algo que sentía muy lejos de mi alcance.

- Venga... que no tenemos todo el día.... - me gritó Raquel -.

Y entonces yo me arrodille y tratando de evitar el máximo contacto posible con su culo, cosa prácticamente imposible porque lleva un pantalón totalmente ajustado a su cuerpo, logré meter la segunda y última llave en su pantalón.

- Perfecto... ya te llamaré cuando te necesite

Y así se dio la vuelta y salió por la puerta de mi casa, dejándome de rodillas desnudo con un cinturón de castidad puesto, y con una tremenda erección, al menos todo lo que el cinturón permitía. La imagen de su figura andando hacia la puerta con la llave marcándose en el bolsillo de su culo y el recuerdo de sus pechos mientras ponía la llave en su cadena al cuello me acompaño los siguientes días. Eternos días....

Continuará