Tuesday, December 1, 2015

Uno de los múltiples usos


- No veas el aguante que tenía, estuvimos durante horas follando sin parar – le contaba Raquel a su amiga -.

- No me digas!!...nunca se sabe... hay algunos tíos que tienen un cuerpazo y después en la cama nada de nada.

- En eso te doy toda la razón...pero es que además no te puedes imaginar lo grande que la tenía. Nada comparado a esta – dijo Raquel mientras golpeaba con sus deportivas el metal del cinturón de castidad que encerraba mi pene -.

- Ni que lo digas...si es que se le puede llamar polla a eso. Porque yo solo veo un trozo de metal – corroboro su amiga mientras agitaba su cigarro para dejar caer las cenizas en mi boca.

El humo de sus cigarros se me metía en la nariz cada vez que dejaban caer las cenizas en mi boca y tenía que reprimir las ganas de toser. No era la primera vez que Raquel o alguna de sus visitas usaba mi boca como cenicero.

La primera vez que lo hizo fue algo no planificado, estábamos esperando a que una de sus amigas bajara de su casa un viernes por la noche. Como era habitual, yo haría de chofer durante toda la noche llevándolas de un sitio a otro y esperándolas siempre en la puerta. Durante la espera, Raquel se encendió un cigarro:

- Vaya no hay ningún cenicero – dijo cuando termino de fumarse el cigarro -.

- Abre la boca – dijo para seguidamente apagar el cigarro todavía humeante en mi lengua -.

Instintivamente aparte mi cara al sentir el quemazón de la colilla en mi lengua y eso me costó una semana extra con el cinturón de castidad a añadir a lo que todavía me quedaba por cumplir.

Y ese día como tantos otros después de aquella primera vez, mi boca era la depositaria de las cenizas de sus cigarros. Mientras ellas estaban cómodamente hablando en la terraza del apartamento de Raquel, yo estaba de rodillas con mi cabeza inclinada hacia detrás y la boca bien abierta haciendo un esfuerzo por no dejar caer nada al suelo.

- Raquel, que hago con la colilla? , ya esta casi terminada -

- Pues que vas hacer tonta...que se hacen con las colillas...pues se apagan en el cenicero – decía Raquel mientras apagaba la colilla de su cigarro en mi lengua abrasando aún mas mis papilas gustativas.

Seguidamente su amiga hizo exactamente lo mismo.

- Pero no lo apagues en el mismo sitio que yo, usa otra parte de su lengua – le corrigió Raquel -.

- Y ahora, trágalas – me ordeno Raquel mientras dejaba las dos colillas en mi lengua -.

Era la primera vez que Raquel me obligaba a comerme las colillas y encima dos al mismo tiempo. Intente comerlas de la forma mas natural posible pero no pude evitar sentir unas arcadas tremendas cuando las hebras de la parte de abajo de la colilla se deshicieron en mi boca. Mi boca estaba totalmente seca después de haber tragado las cenizas de los cigarros y casi me atraganto por intentar tragarme las colillas tan rápido.

La consecuencia fue que tuve echar las colillas al suelo.

- Pero que demonios estas haciendo? - gritó Raquel mientras me agarraba con fuerza de una de mis orejas y me la retorcía -.

- No te he dicho que te las comieras? Es que quieres hacerme quedar mal delante de mi amiga? Coge las colillas del suelo y comételas...

Me incline hacia el suelo y usando solo mi boca me volví a meter las colillas en el sitio que le correspondía que era mi garganta.

- La verdad es que tienes toda la razón Raquel. Es realmente patético... nadie le ha dicho que las recoja de esa forma –

Yo masticaba las colillas una y otra vez para tratar de tragármelas y no volver a provocar la ira de Raquel.

- Ya te lo dije, que no hay cosa más patética que esto... - dijo Raquel mientras me daba un cachete en la cara - abre la boca, quiero ver que te las has comido!

Mientras, la amiga de Raquel cogía otros dos cigarros del paquete y le daba uno a Raquel e ignorándome siguieron hablando de hombres y usando mi boca como cenicero. Cuando terminaron con los cigarros volvieron a apagarlos en mi lengua una vez mas y dejándolos posados en ella me ordenaron que los comiera también.

- Quédate exactamente así, por si queremos fumar dentro de un rato – dijo Raquel – ahh y que sepas que por dejar caer las colillas de tu boca te acabas de ganar un mes extra con el cinturón de castidad -.

Seguidamente, se levantaron de las sillas y fueron para dentro de la casa, cerrando la puerta del balcón y dejándome de rodillas con la cabeza echada hacia atrás y la boca bien abierta para evitar volver a defraudarla.