Friday, June 5, 2015

El primer día como esclavo de Raquel


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Casi dos semanas habían pasado desde aquel día. Aquel día en el que Raquel con tanta facilidad me puso el cinturón de castidad y se quedo con las dos únicas llaves que existen del candado que cierra el mismo. Un candado que hace que no pueda tener un orgasmo, ni tan siquiera una erección completa y que lo único que sienta entre mis piernas es un trozo de plástico y una tremenda presión en mi pene cuando estoy excitado.

 
Por la mañana recibí un mensaje en mi móvil de Raquel: 17:00 en mi casa. Nada más. Llegue a su casa casi media hora antes pero espere justo hasta las 17:00 para llamar al timbre de su casa. Mientras esperaba, trataba de tranquilizarme porque mi manos y pies temblaban de la ansiedad que me producía el hecho de poder volver a verla.

Por fin la puerta se abrió y en el umbral de la misma apareció Raquel con un bikini de tonos azules y esa piel morena aceituna. Inmediatamente mi pene empezó a crecer, pese a que quería por todos los medios controlar la erección para no molestarla.

- Puedes entrar.... pero antes quítate toda la ropa-

- Aquí mismo en el descansillo?, cualquiera puede venir y... -

- Si ya vas a empezar a desobedecer mis órdenes, lo vas a tener muy difícil para liberarte de ese cinturón de castidad.

La clara amenaza surtió un efecto inmediato y lo más rápido que pude me quite toda la ropa para quedarme totalmente desnudo con la excepción del cinturón de castidad. Me ordenó que le diera la ropa, la cogió y cerró la puerta de su casa.

Un tremendo pánico recorrió todo mi cuerpo, de verdad me iba a dejar así? Como voy a llegar al coche de esta forma? Y si alguien me ve? Y lo que es peor... y si alguien que conozca me ve así y con un cinturón de castidad.

Segundos después, Raquel volvió a abrir la puerta con una sonrisa realmente sádica en su cara:

- Supongo que prefieres entrar no? -

Una vez dentro me ordenó que me arrodillara y cogió del perchero que había cerca un collar.

- Bien, pues desde ahora en adelante cada vez que entres por la puerta de casa te desnudaras y te pondrás este collar, este yo en casa o no. Y aquí tienes otro más que usarás en tu propia casa. Solo podrás quitártelo en caso de que tenga visita sensible.

- ….pero no cualquier visita... Algunas de mis amigas seguro que no les importa que vayas así por la casa -.

Seguidamente me puso el collar ajustándolo a mi cuello más de lo que yo hubiera hecho por mi mismo y haciéndome sentir incómodo y controlado, notando el cuero de la correo rozando mi cuello si movía la cabeza lo más mínimo.
Me ordenó separar las piernas y poner mis manos en mi espalda, mientras con su pie jugueteaba con el cinturón de castidad.

- Parece que va a explotar ahí dentro eh? - fue su observación a la evidente erección que tenía que hacía que la carne de mi pene se filtrara a través de los agujeros del cinturón.

- Para que veas lo buena persona que soy. Teniendo en cuenta que mi sola presencia hace que te excites de esa manera y que no puedes liberar esa excitación porque no te voy a permitir que tengas un solo orgasmo sin habértelo ganado antes, vamos a hacer lo siguiente.

- La única parte de mi cuerpo que te esta permitida ver desde ahora en adelante son mis pies, que te parece?

- Incluso sus pies de diosa me excitan – replique en un atento por generar compasión en ella y que al si no iba a poder tener un orgasmo al menos podría disfrutar de la vista de su cuerpo-.

- Lo se, lo se...pero esto lo hago aparte porque dedico mi esfuerzo a mantener este cuerpazo y no creo que alguien como tú merezca no ya tocarlo, sino solo mirarlo. Eso es lo que hacen los hombres de verdad y eres tu acaso un hombre de verdad?

- No mi diosa – conteste en un susurro -.

- Como? No te he escuchado, que has dicho? - me pregunto mientras me agarraba de la barbilla y me hacía mirarla directamente.

- He dicho que no soy un hombre de verdad mi diosa – volví a repetir. Dado que que me moría de vergüenza, por el hecho de estar en esa posición tan vulnerable y de estar sometido a la degradación que Raquel me infligía, evitaba mirarla a la cara por vergüenza. Pero ella, me obligó a repetirlo mirándola a los ojos.

- … como no soy un hombre de verdad no solo no merezco tener orgasmos ni mirar el cuerpo de una diosa como usted, eso es algo reservado a hombres de verdad -

- Mucho mejor, eso ha sonado mas convincente – decía mientras me soltaba – Como se lo débiles que sois los hombres, incluso los que son tan poca cosa como tú, cada vez que mires por encima de mis pies sin que yo te lo haya ordenado añadiremos una semana al tiempo que llevarás el cinturón de castidad, entendido?

- Si mi diosa -.

- Y evidentemente eso se aplica de forma retroactiva, cuantas veces me has mirado hoy por encima de mis pies?
- 1 mi diosa – Raquel me lanzó una bofetada, estaba claro que no era la respuesta que ella esperaba – 1? No me hagas reír? Y no se te ocurre mentirme? Cuantas?

- 3 tal vez?

- No, ese número esta todavía lejos de la realidad y los dos lo sabemos -.

- 5?

- Uhmm déjame pensar, 5, puede ser pero solo para estar seguros contaremos 8, lo que significa que no tendrás un orgasmo hasta dentro de 8 semanas, o sea unos 2 meses.

- Ahh.. otra cosa... tampoco esta permitido que  tu cuerpo este por encima de mi cintura. Lo que significa que, cuando estés en la misma habitación que yo, siempre sera de rodillas y moviéndote a 4 patas entendido?

Seguidamente ella me indicó donde estaban los productos de la limpieza, y las tareas que tenía que hacer. Ella se fue a la terraza a seguir tomando el sol, mientras yo pase el resto de la tarde limpiando toda la casa, fregando los platos, planchando la ropa todo ello con continuas llamadas por parte de Raquel para que le llevara agua o simplemente la abanicara mientras ella tomaba el sol.

Una de las tareas que tenía que hacer era hacer la colada y para ello tenía que coger la ropa sucia suya y ponerla en el lavadora. Entre dicha ropa como no estaba su ropa interior, cuando estaba sacando una de sus braguitas de la cesta de la ropa sucia para ponerla en la lavadora, intente vencerme a mi mismo para olerlas pero ni siquiera tuve el valor para hacer eso. También lo intenté con sus calcetines usados, pero no tuve el valor suficiente para hacerlo.

Al menos me consolé sabiendo que, como Raquel me dijo antes de mandarme para casa cuando acabe de hacer todo lo que me ordeno, que pasaría muchos días así desde ahora en adelante....

Ese día salí de su casa y baje las escaleras corriendo, me crucé con un vecino y me sonrío. No pude evitar pensar que el me hubiera podido ver hace un rato cuando estaba delante de la puerta de Raquel desnudo y tampoco pude evitar pensar que a lo mejor por eso se sonreía. Baje la cabeza y apreté el paso y la idea de estar muy por debajo de hombres alfa empezó instintivamente a hacerse hueco en mi cerebro.

Continuará